lunes, 1 de septiembre de 2008

La entrvista, el entrevistado y el entrevistador


El martes 26 de agosto pasado, realicé una entrevista a un dirigente político muy reconocido en la Ciudad de Buenos Aires. Eran las 19:30 y yo ya estaba en el lugar en que habíamos acordado muy nervioso por cierto.Las personas que me brindaron paso por aquel gran edificio y que me ayudaron a encontrar la oficina de este sujeto fueron muy cordiales, simpáticas y amables, a tal punto que empecé a desconfiear un poco. El sujeto se hizo presente a las 19:45. Vestía un traje y corbata a tono, con zapatos en composé. Se acercó a una señorita muy atractiva que figuraba ser su secretaria, le murmuró vaya uno a saber que cosa y me sañaló con su dedo índice portando una sonrrisa que dejaba entrever sus dientes un poco amarillentos, quizá, supongo por el tabaco. A paso firme se me acercó; volvió a sonrreir y se presentó. Yo también hice lo mío. Puse la sonrrisa mas grande que tenía en ese momento , extendí la mano derecha y la entrelacé con la suya apretando firme y bien fuerte. Mi corazón empezó a latir como si fuera un tambor ritual de alguna tribu amazónica, el sudor de mi frente se hizo más intenso y mis pensamientos tuvieron un pico de estrés que cada media milésima de segundo bombardiaban mi mente con la frase : "qué hago aca". Un llamado a su celular calmaron un poco las cosas y mientras que lo atendía jactándose de que estaba en medio de una entrevista (que en realidad todavía no había empezado) me invitó a pasar a su despacho al cual acudí acompañado por aquella despampanante señorita que mensioné anterirmente. Allí me quedé solo unos cuantos minutos, yo diría unos seis, mientras repasaba, ya sentado, las preguntas que había preparado. De pronto , sin pensarlo, empecé a mirar todo lo que allí había : cuadros, fotos, revistas, placas de acrílico y bronce, libros, mensiones, banderines. Muchas de estas cosas que allí se encontraban hicieron que pueda formulas algunas preguntas que no tenía. Una puerta lateral se abre con fuerza, mi entrevistado aparece, sigue hablando por celular y me hace una seña que lo espere un minuto (esa, la de un dedo en vertical por debajo de una mano en horizontal); muevo la cabeza como diciendo "no hay problema". Corta , me pide disculpa y empezamos a hablar. (Continuará)

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